Last updated on January 23rd, 2021 at 07:37 pm
Querido lector:
Mi nombre es Frank y tengo una agencia de viajes con sede en Bogotá, Colombia. ¡Diviértete leyendo!
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Viaje de San Agustín a Pasto
Dejamos atrás las esculturas de piedra de San Agustín y nos fuimos a Pasto. Pasto es la capital del departamento de Nariño y queda en el sur de Colombia, cerca de la frontera con el Ecuador. Planeamos el viaje de tal manera que se dividiera en etapas; nuestra primera parada fue en Mocoa. En este pueblo hubo un deslizamiento de tierra hace unos meses debido a las fuertes lluvias. Hubo muchas muertes y observando el cauce del río uno se puede imaginar la magnitud de la devastación y el poder de la naturaleza.
El trampolín de la muerte
Poco tiempo después, la carretera ya no estaba nivelada. El camino hacia Sibundoy nos llevó a un paso que es llamado cariñosamente el trampolín de la muerte. La cuesta era muy empinada y en general, no era posible cruzar con los vehículos que se aproximaban cuesta abajo. Además, los camiones siempre conducían al borde de la montaña. El camino me recordó más y más a la carretera más peligrosa del mundo en Bolivia, sobre la cual vi una vez un documental. Sebastián estuvo callado todo el recorrido. Creo que mi estilo veloz de montañismo suizo le puso los nervios de punta y además se podía apreciar que no estaba muy contento con la vista, pues se podía calcular la altura de una posible caída, la cual era muy alta debido a la inclinación de la zona. El hecho de que lloviera y que al mismo tiempo hubiese una espesa niebla no hacía el viaje más tolerable. Afortunadamente, estábamos en un vehículo construido para tales condiciones y pudimos adelantar varias veces a los vehículos más lentos cuesta arriba.
A diferencia de los otros vehículos, el nuestro no estaba equipado con una bola de cristal que pudiese adivinar el camino sin tener que verlo. Por lo tanto, no podía adelantar en curvas o en la carretera en general sin tener un ápice de visibilidad, como hacían los otros.
Después de una subida de 3’500 metros, llegamos por fin a terreno plano. El resto del viaje estuvo relajado, ya que la velocidad disminuyó considerablemente debido al número de vehículos. Adelantar era casi imposible, pues incluso los vehículos más lentos pisaban el acelerador a fondo en los tramos cortos para no ser adelantados y evitarse así la vergüenza que esto conlleva.
Tan pronto llegamos a una zona más plana, hicimos una pausa para descansar y nos comimos un enorme pollo asado para coger fuerzas. El resto del viaje estuvo lleno de curvas, pero aun así fue mucho más relajante después de haber cruzado el paso.
Hermosos paisajes y maravillas en el sur de Colombia
Cuando finalmente llegamos a Sibundoy, aprovechamos el ritmo que llevábamos para llegar a Pasto el mismo día. Aproximadamente una hora antes de llegar a Pasto pasamos por la laguna de la Cocha. Aprovechamos la ocasión para tomar fotos del impresionante panorama. Cuanto más cerca de Pasto estábamos, más lento se ponía el tráfico. La velocidad promedio se redujo a 30 kilómetros por hora y todos parecían mantener esa velocidad intencionalmente. Es importante mencionar que los pastusos, gentilicio para quienes viven en Pasto, han tenido que soportar un poco de atención nacional. Por razones que aun no comprendo, los pastusos son objeto de burla en todo el país debido a una supuesta falta de inteligencia.
En sí Pasto no puede ser descrita como una ciudad bonita y los hoteles son muy regulares. Sin embargo, cuenta con algunos de los más hermosos sitios por conocer en Colombia. A dos horas del sur de Pasto queda la catedral de “Las Lajas”. Dicha catedral fue construida entre 1916 y 1949. El monumento construido en el valle sencillamente me abrumó. Pocas veces he tenido la oportunidad de admirar una estructura tan imponente como ésta. La iglesia da la impresión de haber sido creada por el mismísimo J.R.R. Tolkien, autor del libro “el señor de los anillos”.
Después de esa primera impresión, pensamos que nada podía ser mejor, pero nos equivocamos. Dos horas después llegamos al volcán Azufral. Nunca había estado en un volcán, mucho menos dentro de uno. Después de una caminata de 90 minutos, llegamos a la laguna verde dentro del cráter a unos 4.000 metros, la cual olía sospechosamente a todo tipo de gases. En algunos lugares humeaba y burbujeaba. Un guía local nos explicó que no había razón para preocuparse. Afortunadamente, el guía hablaba inglés y por ese motivo fue a parar de inmediato a nuestra lista de posibles operadores turísticos para nuestros clientes.
Después de dos horas de viaje regresamos a Pasto. Luego de un día tan largo y pesado, nos fuimos dichosos a la cama, y antes de quedarme dormido pensé «en Colombia estoy en el lugar correcto».
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